10. oct., 2014
La información que los profesionales vamos conociendo sobre los indicadores de salud mental de nuestra población nos preocupa y conmueve profundamente. Estamos comprobando que los pronósticos que la OMS (2010) realizó para adoptar medidas preventivas, han sido ignorados. Si los pronósticos han sido ignorados, las medidas preventivas son inexistentes. Quienes tienen la responsabilidad de proteger la salud de la población han hecho, y siguen haciendo, caso omiso de las recomendaciones establecidas por la agencia mundial de la salud, a pesar del incremento del sufrimiento emocional de un gran sector de la población, por lo que los efectos no se han hecho esperar. A partir de la experiencia laboral de los profesionales en los servicios de S.M., más algunas informaciones —escasas— publicadas, se puede esbozar un (in)cierto panorama de la realidad asistencial.
He aquí algunos datos:
- Se está produciendo un imparable incremento, muy significativo, en las tasas de suicidio. Según la última estadística "Defunciones según la causa de muerte", publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente al 2012, el suicidio fue la principal causa externa de mortalidad, aumentando un 11,3% respecto al año anterior y alcanzando la tasa más alta desde el año 2005. Es la primera causa de muerte violenta, pues supera ampliamente el número de víctimas en accidente de tráfico. Es importante destacar que no existen programas reales destinados a la prevención y a la detección de este tipo de casos en el Sistema Nacional de Salud.
- También se está produciendo un incremento muy significativo de la prevalencia atendida por trastorno mental en Atención Primaria (estudio IMPACT publicado en 2013) con incrementos del 40% en depresión mayor, distimia (forma leve, pero crónica, de depresión), trastornos de ansiedad, y trastornos somatorformes (lo que mucha gente denomina trastorno psicosomático).
- Los trastornos de abuso de alcohol se multiplican por 5, y la dependencia del alcohol se multiplica por 3.
- Se está produciendo un aumento muy significativo de consumo de psicofármacos (aunque haya bajado el gasto farmacéutico por la prescripción de genéricos). Simultáneamente a estos indicadores, los profesionales ven reducidas muy significativamente las intervenciones psicoterapéuticas, cuando no prácticamente suprimidas.
- Las intervenciones comunitarias están quedando reducidas a la mínima expresión.
- Se está reduciendo el número de profesionales en los dispositivos asistenciales, en especial los psicólogos clínicos, que no tienen facultad para medicar.
- Y no por último menos importante: se está produciendo un grave empeoramiento en las condiciones de trabajo de los profesionales especialistas en S.M.
En el contexto general de crisis económica y social, no ha de extrañarnos que la asistencia a la salud mental de la población se lleve la peor parte; pero lo que sí ha de indignarnos es la "magnífica" indiferencia con que los poderes públicos gestionan el sufrimiento de los más vulnerables. Y tanto en la gestión como en el análisis de la situación, los profesionales de la S.M. tenemos mucho que decir.
Si bien, como decía, estábamos avisados de que la crisis económica conllevaba un riesgo seguro de agravamiento de la salud mental de los sectores más vulnerables de población, se proporcionaban, sin embargo, medidas para controlar o mitigar ese riesgo. Pero no se ha adoptado ninguna en el sentido recomendado. Muy al contrario. Se ha sostenido por el Gobierno —y por los gobiernos de las diferentes CCAA— una respuesta que ha agravado la situación.
Entender y diagnosticar las problemáticas de salud mental requiere tiempo, profesionales especializados, y, sobre todo, espacio mental del terapeuta. Cuando la presión asistencial/gerencial satura la posibilidad de comprensión y relación con el paciente, estamos desvirtuando -o pervirtiendo- lo que pretende ser una intervención terapéutica.
Este modelo asistencial en S.M., basado en el respeto por el paciente y sus tiempos internos, y sostenido también por el trabajo con otros espacios de la comunidad en la que vive y se relaciona (escuela, trabajo, servicios sociales, talleres ocupacionales, etc.) ha saltado por los aires. Se ha hecho añicos ante la presión institucional/gerencial que exige que no haya listas de espera, que se acorten los períodos de procesos terapéuticos, y que en base a una eficiencia mal entendida, se alarguen los períodos entre visitas, se recorten los tiempos de cada encuentro terapéutico, no se escuche el relato de quien necesita explicarse para transmitir su pesar o su sufrimiento mental. Ha saltado por los aires, y ha sido una voladura conscientemente realizada.
En consecuencia, los profesionales —psicólogos clínicos, psiquiatras, psicoterapeutas, trabajadores sociales, enfermería especializada en salud mental, educadores— se han visto abocados a prescindir de los espacios de equipo multidisciplinar, a las supervisiones de casos, a restringir/prescindir de los espacios de consulta interdisciplinar, de formación continuada, de tutorización de jóvenes profesionales. La mutilación conseguida con los recortes ha trastocado las prioridades: lo principal ya no es entender y escuchar para contener emocionalmente la fragilidad subjetiva de cada paciente; ahora lo principal es que los períodos de intervención se acorten, y que los profesionales de la S.M. sean "eficientes" en su labor terapéutica. Pero la eficiencia, ¿desde qué punto de vista? ¿Sólo desde el económico o también desde el terapéutico? No son incompatibles, ni mucho menos. Al contrario. Cuanto mejor tratamiento terapéutico reciba quien lo necesita, mejor recuperación logrará, y menos funcionará la "puerta giratoria" (la de que se dan altas para formalizar protocolos, pero no porque el paciente reúna las condiciones adecuadas, lo que provoca que al cabo de un cierto tiempo vuelva a necesitar asistencia).
Así que lo que primero fueron recortes, ya son mutilaciones, y estas, más que cambios eficaces en el tratamiento a los pacientes, han producido perversiones en la ética de la relación asistencial.
Y seamos responsables, ¡la Salud mental nos incumbe a tod@s!
Bibliografía:
Público.es "No hay salud sin salud mental"; Regina Bayo- Borràs- Psicóloga Clínica