El problema de la autoestima está en la capacidad humana de juicio . Una cosa es que nos disgusten ciertos colores, ruidos, figuras o sensaciones. Pero cuando se rechazan partes de uno mismo, se dañan considerablemente las estructuras psicológicas que literalmente le mantienen a uno vivo.
El juzgarse y rechazarse a sí mismo produce un enorme dolor. Y del mismo modo que uno atendería y curaría una herida física, solemos evitar todo lo que pueda agravar de cualquier modo el dolor del rechazo a uno mismo. Con ello, se asumen menos riesgos sociales, académicos o profesionales. Uno tiene más dificultad en relacionarse con la gente, entrevistarse para un trabajo, o perseguir algo en lo que pudiera no triunfar. Uno limita su capacidad de abrirse a los demás, expresar su sexualidad, ser el centro de atención, atender a las críticas, pedir ayuda o resolver problemas.
Para evitar nuevos juicios y autorrechazos, uno levanta barreras defensivas. Quizás se inculpa y encoleriza, o se sumerge en un empeño perfeccionista. O bien fanfarronea. O bien se pone excusas. En ocasiones se recurre al alcohol o las drogas.
Mejorar la autoestima es buscar una forma de poner fin a estos juicios. Se trata de buscar un modo de curar antiguas heridas fruto del agravio y el autorrechazo. La forma en que uno se percibe y siente se puede cambiar. Y cuando cambian estar percepciones y sentimientos, el efecto de rizo afectará a todas las áreas de la vida, procurando una sensación cada vez mayor de libertad.
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